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Este es un blog temático que integra el multiespacio de nuestra ONG. En este espacio se publican textos que estimamos pueden ser de interés para quienes sirven en el área de la Pastoral Familiar.

No necesariamente nos identificamos y adherimos a la totalidad de las opiniones expresadas por los autores, pero respetamos la diversidad de cosmovisiones que coexisten en la sociedad y apreciamos que esa pluralidad constituye un aporte valioso para el debate de ideas y la reflexión responsable.
Adolescencia y juventud. Revisando nuestro liderazgo.

Este escrito pretende desplegar algunas ideas sobre los modos de encuentro que se pueden producir entre un joven adolescente y su líder. En primera instancia nos interrogamos sobre los modos paternalistas que inhiben toda posibilidad de encuentro. En segundo término describimos el dialogo de Jesús con el joven rico para estimular nuestra reflexión sobre la potencia de la heterogeneidad en todo encuentro. Por último se intenta pensar sobre el alcance de nuestras intervenciones a la luz del ejemplo de Cristo.

Palabras clave:
Encuentro. Heterogeneidad. Nueva mirada. Implicación.

¿Cómo mira el líder de adolescentes a sus jóvenes? ¿Por qué la mayor preocupación del líder es prevenir a los jóvenes sobre los peligros que lo rodean? ¿Por qué el mayor énfasis de los discursos del líder cristiano es alertar sobre las conductas que ayudan a una mayor santidad?

Existen en las intervenciones de los líderes prácticas paternalistas que sustentan ideas como: el joven es un ser en transición, incompleto, inseguro de sí mismo. Esta mirada pone el acento en la potencialidad de lo que puede ser y moviliza al líder a sugerir, prevenir, acompañar en relación a su experiencia personal.

La acción del liderazgo se convierte en la necesidad del propio adulto de equipar, a través de su experiencia, cuales son los mejores caminos para transitar una vida más plena, o sana, o santa. Esta necesidad inhibe, debilita, el encuentro con el joven y construye una representación de la juventud desde una perspectiva adulto céntrica.

Se piensa y se acciona caracterizando al joven desde la falta, las ausencias, atribuyéndolas estas percepciones adultas a la esencia del ser joven. Estas ideas son estigmatizadoras de la juventud.

Desde esta mirada y desde estas intervenciones no se reconoce al joven como un ser con capacidades propias y lo que es más grave se transforma en un obstáculo para el acercamiento y el conocimiento del otro.

Cuando el otro es considerado como una persona completa, como otro legítimo, como otro imagen de Dios, el encuentro posibilita a ambos compartir las experiencias de las verdades de Cristo para seguir creciendo. En esta heterogeneidad se construye, se aprende, se piensa.

Jesús es un maestro sobre esta idea de encuentro. Su respeto del diferente, su valoración del otro, su comprensión de la vivencia que tiene el otro y su escucha atenta sobre lo que sabe y comunica el otro propiciaba esta experiencia vital de encuentro.

La característica del encuentro es la capacidad de ligarme al otro desde lo que hay en él y en mí, y juntos construir desde esa heterogeneidad. Viene a mi mente la idea de Pedro sobre la multiforme gracia de Dios en nosotros. Idea potente en compartir en la heterogeneidad. La gracia, ésta gracia de la que habla el apóstol no se traduce en un cargo eclesial “de crecimiento y responsabilidad en el servicio a otros”; sino que el don de Dios son personas unidas a otras personas sirviéndose en amor.

¿Cómo fue el encuentro de Jesús con el joven rico? Quisiera tomar el pasaje de Mateo. Me ayuda a desplegar mayores indicadores de una relación de encuentro.

El joven conocedor de las escrituras va al encuentro de Jesús. Lo reconoce como maestro bueno. Jesús subraya el valor de la deidad con su primera pregunta. “¿Porqué me llamas bueno? Ninguno hay bueno sino uno: Dios” deja abierta la puerta para que el joven pueda seguir buscando la verdad mesiánica, el Jesús hijo de Dios, el Jesús Dios mismo. Una repregunta, una apertura para pensar.

Siguiendo el relato de Mateo observamos que la escucha de Jesús está atenta al decir y a la necesidad que plantea el otro: “Mas si quieres entrar en la vida guarda los mandamientos”. El Cristo introduce al diálogo otra enseñanza. Habla de la vida como integralidad del ser, no solo la conducta espiritual, el reconocimiento y obediencia a las reglas, sino la trascendentalidad de la vida en Dios.

Al mismo tiempo la respuesta “guarda los mandamientos” conectaba al joven con su saber y le posibilitaba una mayor reflexión y relación entre lo que conocía y su búsqueda, pero desde otro lugar. Jesús estaba dialogando más allá de la repetición de lo conocido. Los mandamientos tan bien conocidos, por el joven, y hasta el momento tan religiosamente cumplidos; tomaban otra dimensión en la conversación que mantenían. Ahora guardar era una entrega de la vida.

Las respuestas de Jesús estaban tan ligadas a la necesidad, conocimiento y experiencia del joven que lo movía a éste a seguir preguntando. El decir de Jesús lo motivaba a querer comprender. El diálogo mantenía la fuerza de un encuentro que potenciaba los propios recursos que el joven tenía y la fuerte vivencia de entrega del mismo Jesús.

Esta expresión desde otro lugar significa que lo que el maestro trasmitía era la pasión de una experiencia vivida e introducía nueva mirada a lo que ya se conocía.

El joven pensaba en una dimensión diferente. Hasta ese momento guardar pareciera que le significaba conocer para obedecer. Estaba deseoso de conocer para obtener la vida eterna. Pensaba que le faltaba algo más. Entonces pregunta ¿cuáles? Serían otros porque él ya había guardado desde su juventud los mandamientos de Moisés. Era tal el encuentro entre la necesidad del joven y la persona del maestro que seguía preguntándole.

Su última pregunta comprometía su vida. El quería hacer algo. Sin duda estaba acostumbrado a una relación de obediencia a la ley. Jesús le proponía un modo diferente, Jesús proponía una vida de entrega. Jesús vivía ese estilo de vida.

Marcos en el capítulo 10 de su Evangelio expresa que el maestro mirándole le amó, luego respondió.

Podemos seguir pensando en lo que expresó Jesús a sus discípulos cuando el joven se fue triste, pensar en la condición del rico. También podemos desplegar desde esa enseñanza otros obstáculos para decidir seguirle. Y pensar en la actitud religiosa que cierra toda posibilidad de encuentro con la vital experiencia de seguir a Cristo.

Desde la belleza de este pasaje, y la potencia de encuentro que Jesús establecía; podríamos preguntarnos: ¿Como posibilitamos encuentro con ese adolescente joven que conocemos? ¿Nuestra vida trasunta una vida de entrega 0 obediencia a la ley? ¿Nuestra escucha valora sus recursos como persona? ¿Nuestro decir amplía los horizontes de una relación con Cristo? ¿Qué introducimos mientras dialogamos? ¿Es tal nuestra escucha que podemos abrir preguntas sobre lo que el otro me dice? ¿Lo que pregunto o digo permite seguir pensando juntos? ¿Digo lo que creo que debe saber o valoro su saber y experiencia para introducir enseñanza?

Para que un encuentro se produzca debe existir implicación. La intervención que ocurra en el dialogo, si existe implicación, está más sujeta a pensar con el otro que a interpretarlo en relación a nuestro saber o representaciones sobre él. Y este pensar con el otro nos obliga a una reflexión ética sobre nuestra acción pastoral. Porque liderar jóvenes es justamente, pastorear.

Bibliografía:
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San Agustín. Meditación Nada sin El en Su Pasión. Casa Creación. 2004.
Schipani, Daniel. El reino de Dios y el ministerio educativo de la iglesia. Editorial Caribe. 1983.
Snyder, Howard A. La comunidad del Rey. Editorial Caribe. 1985.

Esp. Virginia E. Acuña (Pedagoga. Psicoterapeuta. Ex Directora de Eirene Argentina)
2005
 



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